A roque, el rey mayor de
Por: Tony Peña.
¡Ah guanaco¡ si supieras cuántas cosas han pasado en la historia no contada y prohibida del Pulgarcito, desde aquel día en que dijiste, quizá en la intimidad, a una mujer hermosa y al oído: “Cuando sepas que he muerto…”no se lo digas a nadie, porque si no me vuelven a matar estos hijos de su 10 de mayo. Si te contara que a don Chamba no lo pudimos talquear ni quitarle sus cánceres, sus postemillas ni con lavatorios de ruda y altamisa; no se pudo, hermano, aunque hicimos las cachas; porque fijate, qué brutos que fuimos, nos volvieron a dar espejos por oro y ahora a puro “marketin” nos quieren dar atol con el dedo índice.
Pero qué decirte, semejante poeta de mierda, como se lo dijiste alguna vez con muy respetuosa irreverencia a don Albertico el hijuepuerca; que le torciste el cuello al parnaso guanaxil de las Vacas Sagradas de la “literatiur” salvatrucha, esos poetas de alpiste, tosigosos o sudorosos de calenturas de sátrapas.
Recordarte de cuando eras un muchacho puberto, valiente y cojunudo e ibas en el desfile bufo vestido de cachiporra independenciera y la gente reía alegremente con mirada sospechosa; o cuando entrabas al “Lutecia”, aquel viejo bar, donde blandías tu lengua armoniosa y viperina contra la malta, el lúpulo y el Chema Lemus.
Te acordás, cabroncito, ciudadano del mundo, cuando estuviste en Praga y hablaste con Miguelito acerca de la matancinga del 32; pero mejor, cuando hablaste con Eraclio Zepeda, el mexicano, allá en Moscú y le dijiste que estabas trabajando en tu novela que inicialmente se llamaría “Los poetas” y que por razones no sabidas, se llamó Pobrecito poeta que era yo, te acordás.
Por cierto, cuando tu tata Mr. Winnall Agustín Dalton, quien fue un vástago desperdigado de un “cowboy” del Viejo Oeste, según tu hijo Jorge Vladimiro. Don Winnall, te envió a estudiar a Chile en 1955, todavía eras un mozalbete, a la sazón 18 años o 20. En ese año, entrevistaste a uno de los monstruos del muralismo mexicano: Diego Rivera. Ese viejo gordo y comunista malhablado, te pegó una gran pendejeada por no saber ni haber leído marxismo.
Y si hablamos de
Pues, el tiempo es una cosa misteriosa, Roquillo, ha volado como mariposa traicionera; pero tu querida presencia al igual que la del Che, está presente; aunque en este paísito chiquito y mariconcillo, la mapachada no te conoce total e íntegramente.
Es extraño pero no se sabe a ciencia cierta ni por las investigaciones etno-antropológicas, investigaciones hipotéticas-deductivas, cuantitativas y las investigaciones llevadas minuciosamente por
Qué decir del amor, del erotismo, la nostalgia, la soledad y la pasión. !Admítelo Roquito¡ Y con permiso de
Roque, estés donde estés, si es que estás. Aquí en la tierra y en todo lugar, tus perpetuadores del silencio, tus compañeros de lucha, tus caínes. Ellos hurgarán eternamente el espanto de la inmolación del Unicornio Azul. En sus hombros recaerá siempre tu desaparición y ella, los envolverá en una nube grisácea, casi negra, que los perseguirá como fantasma, será la sombra sigilosa que les imprecará día y noche por su acción enfermiza.
CONVERSACIÓN TENSA
¿Qué hacer si sus peores enemigos son infinitamente
mejores que usted?
Eso no sería nada. El problema surge cuando los mejores amigos
son peores que usted.
Lo peor es tener sólo enemigos.
No. Lo peor es tener sólo amigos.
Pero, ¿Quién es El Enemigo?
¿Usted o sus enemigos?
Hasta la vista,
amigo.
Poema tomado de: Dalton, Roque. “Un libro levemente odioso” UCA Editores, pág.90 4ª reimpresión.(2004)
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