viernes, 29 de agosto de 2008

AL MAGISTERIO







TO TEACHING: HAPPY TEACHER’S DAY




Por:Tony Peña




La enseñanza con calidad no aparenta ser nuestra fortaleza. En nuestro medio la educación no tiene otro designio que el de eternizar el disimulo y la exigua afición por las ciencias, la técnica, el arte y la cultura. En muchas escuelas públicas, por ejemplo, importa más el diseño del uniforme que la enseñanza de la matemática, la historia, el lenguaje o la poesía. Enseñamos para la indiferencia, el silencio y el olvido. No educamos para apoderarnos de una actitud crítica de cara a la realidad. Nos educamos para desvalorizarnos nosotros mismos, nunca para ufanarnos de nuestra identidad y nuestra cultura. Qué decir de las universidades. El pensador peruano José Carlos Mariátegui (7 ensayos de interpretación de la realidad peruana), planteó hace muchísimos años que: “La universidad es... una gélida, arcaica y anémica academia, insensible a las grandes emociones actuales de la humanidad, desconectada de la ideas que agitan presentemente al mundo…La universidad estática…Es un muestrario de ideas muertas…la juventud tiene de nuevo la sensación de frecuentar una universidad enferma, una universidad petrificada, una universidad sombría, sin luz, sin salud y sin oxígeno” Pero, pero…la juventud de nuestros días tiene a su base, jóvenes universitarios sin una pizca de conciencia política, económica y social. Sin claridad de su propia realidad, sin conciencia nacional, sin identidad cultural, con deseos de irse fuera del país. Además, también, “dirigentes estudiantiles” insensibles, aprovechados, arribistas, enganchados en los círculos burocráticos. A la larga, poseemos una juventud universitaria que en su mayoría está, salvo excepción de algunos estudiantes y colectivos progresistas pero bastante frágiles y sin unidad, en una situación de saturada alienación en todos sus ángulos, como por ejemplo: los que están empapados de la afectación del reaguetón, perreo, pasito duranguense, rocketeo, punkeo. Perfectos diestros para el chateo, bloggueo, de la cultura de la Internet y la pornografía virtual. Expertos para bailar en las discos, embriagarse, drogarse y fumar; con tendencias, muchas veces, a la desviación sexual. Obviamente, mucho tenemos que ver en eso, nosotros estimados compañeros, queridos maestros, por lo menos en no neutralizar el papel perverso de los Medios. Volviendo con Mariátegui…”Nuestros catedráticos no se preocupan ostensiblemente sino de la literatura de su curso... tan poco afectos por la lectura… Su vuelo mental, generalmente, no va más allá, de los ámbitos rutinarios de su cátedra…no son hombres panorámicos… No existe, entre ellos, ningún revolucionario, ningún renovador, ningún líder…Todos son…mediocres mentalidades…temperamentos burocráticos…orgánicamente apocados, acomodaticios y poltrones; espíritus de clase media, ramplones, huachafos, limitados y desiertos, sin grandes ambiciones ni grandes ideales, forjados para el horizonte burgués…en una pingüe empresa capitalista…son los intelectuales de panteón…las universidades acaparadas intelectual y materialmente por una casta generalmente desprovista de impulso creador, no podían aspirar siquiera a una función más alta de formación y selección de capacidades. Su burocratización las conducía de un modo fatal al empobrecimiento espiritual y científico”. Hasta aquí lo de Mariátegui, al perecer esa descripción está hecha a la justa medida de muchas instituciones de educación superior de nuestro país. Las ideas planteadas exigen presencia en la actualidad, con cuantiosa más fuerza que en el pasado cercano. Analizando en un contexto objetivo se nota que a nosotros los profesores, asimismo al Estado, no nos es de interés el destino de nuestros dicentes, no nos incumbe la totalidad de alumnos egresados que prorrumpen directamente a ensanchar las columnas de los desocupados. En caso de los hombres a emplearse como vendedores de libros, a laborar no en sus profesiones sino en otras faenas; en caso de las mujeres como dependientes de almacén, negocios de comida rápida o maquiladoras. De cara a este escenario recalcitrante los profesores no decimos ni hacemos nada, seguimos nuestra labor como si no pasara nada fuera de las universidades. Lo anterior indica que no nos atañe en lo más minúsculo el futuro de la juventud universitaria, ni mucho menos de la juventud no universitaria, menos aún el horizonte del país y del pueblo. Muchos de nosotros tenemos por consigna lo siguiente: “Basta con que tenga mi sueldo a tiempo, mi segurito, viva relativamente bien y pague religiosamente mis impuestos”. Dicho en otras palabras no hacemos o quizá ni pensamos ejecutar investigaciones, por ejemplo, sobre el problema de los estudiantes egresados, acerca de la total escisión entre la educación y la producción; se parte de que las universidades tienen como funciones fundamentales: la docencia, la investigación y la proyección social; pero al parecer dichas funciones sólo sirven para ser letra asesinada en la legislación. Las ideas anteriores no son lo peor, basta con decir que hemos convertido al magisterio en general y a las universidades en particular, en un verdadero circo de izquierdistas y derechistas, de escuadroneros y terroristas, cuando menos deberíamos ir en el rumbo de la reconciliación: Patria sí, Comunismo, también; como dice Berne Ayalá. Los hay desde pseudorevolucionarios, marxistoides para todos los gustos y disgustos; pasando por los anarquistas, morleyístas comunistas y socialdemócratas hasta auténticos fascistoides, neonasis y seudoconservadores del actual sistema de cosas, es decir legítimos emisarios de los poderosos que subyugan a la aldea planetaria. En lo tocante a las izquierdas, lo incongruente e inadmisible es que no atacan al indudable enemigo. Dentro de esta despiadada realidad, el odioso desprecio que puede existir, la peor humillación que se puede dar a la razón y a la inteligencia es que existamos maestros sin un aliento de transformación o de cambio.

1 comentario:

Carlos Mèndez dijo...

hey comparto lo dicho, muchos maestros se les olvida su lado social y no les importa para nada el futuro de la juventud, y a esto le agregamos la falta de voluntad para seguir preparandose, en realidad pocos se preocupan por investigar y tratar de cambiar aquello que no tiene ningun sentido.